Se cuentan con los dedos de una mano las ocasiones en la vida de una persona en las que se tiene acceso a un salto tecnológico. Pocas las ocasiones en que llega a tus manos un aparato que marca un antes y un después. Una tecnología revolucionaria.
Yo, que peino canas, recuerdo tres ocasiones: la primera fue cuando llegó a mi casa un Ordenador (un Spectrum 48k). Recuerdo la sensación de estar ante algo completamente nuevo, nunca visto, y que abría enormes posibilidades. La tele ya no era solo la tele, Las cintas de casete ya no acogían solo música, y por arte de magia aparecía un nuevo lenguaje, el Basic, que te permitía comunicarte con las máquinas. Aquel verano de 1982 tuve la sensación de tocar el futuro con los dedos.
La segunda experiencia tecnológica rompedora quizás tuvo menos glamour, y también acaso menos recorrido histórico, pero la recuerdo como igualmente fascinante: El VHS llega a casa. Trascender de la triste programación televisiva y poder alquilar películas abrieron dos décadas de Videoclubs, coleccionismo de films y grabaciones varias.
Por su parte, el Ordenador continuó avanzando, y llegaron nuevos equipos, con el PC a la cabeza en forma de Amstrad PC1512. Con su disco flexible y su sistema Windows 3.11, entró por la puerta grande en la historia y se quedó para siempre en todas las casas y en todas las oficinas.
La tercera ocasión llegó en forma de teléfono móvil. No se trataba de un Smartfone, por supuesto, sino un pesado zapatófono con apenas batería y una red GSM “Moviline” de generación sub-zero (ni siquiera era digital). Pero a primeros de los noventa, llamar a casa y poder decir “No te imaginas desde donde te llamo” no tenía precio. Hoy ya sabemos lo que cuesta un Smartphone de última generación, y lo que supone para todos nosotros: Ser el único aparato por el que volvemos a casa si nos lo dejamos olvidado.
Intenet, por supuesto, también ha sido una tecnología disruptiva, pero al haberse implantado de un modo tan progresivo y ser más un servicio que un aparato no lo puedo comparar con estas experiencias.
Tres son por lo tanto los momentos que recuerdo con especial cariño. Tres momentos en los que llega el producto y el pulso se acelera, la imaginación vuela, la mente se expande y el niño que llevamos dentro sueña con la magia que le proporciona la tecnología.
Tres momentos… hasta hoy, que ha llegado el cuarto.
Hasta hoy, que ha llegado a mis manos la tecnología que está llamada a cambiarlo todo. O al menos a cambiar el modo en que jugamos. El modo en que nos relacionamos. La propia percepción de la realidad. La gran promesa tecnológica desde hace años, frustrada una y otra vez. La nueva realidad: La realidad virtual.
Por centrar y aclarar lo básico, decir que Oculus, una empresa de realidad virtual propiedad de Facebook, y que lleva cuatro años sacando al mercado visores de realidad virtual, acaba de lanzar su producto estrella: Oculus Quest.
Se trata de un visor de realidad virtual autónomo, portátil y económico, que no necesita ordenador ni conectarse a nada más, y que por primera vez ofrece una experiencia de realidad virtual de calidad a las masas.
¿Y qué es una experiencia de realidad virtual? ¿Qué se siente? ¿Por qué es revolucionario?
Colocarse unas Oculus Quest y jugar a uno de sus juegos, o explorar alguno de sus mundos implica lo que en argot se llama Presencia: trascender de tu realidad cotidiana, y engañar a tu cerebro para sentir que verdaderamente estás en otro lugar. Ya no estás en tu casa. No estás en tu salón, o en tu oficina. No estás viendo un videojuego. No estás delante de un monitor.
Estás en otro mundo.
Y en esos otros mundos, denominados Metaverso, puedes jugar (como nunca habías jugado antes), puedes quedar con amigos, puedes viajar por todo el mundo (hasta la estación espacial internacional), puedes liberarte de tu cuerpo y convertirte en quien tú quieras.
La experiencia resulta un poco inefable, y las palabras no hacen justicia a la sensación de Presencia, de estar en otro mundo. Pero la tecnología lo ha hecho posible.
Este aparato resulta revolucionario por muchas razones. Es verdad que no es el visor de mayor calidad gráfica del mercado. No es el más barato. No es el que incorpora la tecnología más moderna. Pero es el que ha dado con la tecla. El que ha conseguido, por primera vez, combinar todos los elementos tecnológicos de un modo único: Es un aparato autónomo (el primero de su clase). Ligero y cómodo. Transportable. Fácil de manejar. Relativamente económico (su precio es como el de una consola). Con una gran calidad de visionado. Con un catálogo de juegos, experiencias y posibilidades amplio y en expansión, tanto para particulares como empresas o profesionales.
En definitiva, un dispositivo tecnológico disruptivo, apoyado en una tecnología que cambia completamente el modo en que jugamos y que abre posibilidades nunca vistas. Posibilidades de película de ciencia ficción. Tras años de promesas y frustraciones, la realidad virtual ha llegado por fin a las masas. Tras años de dispositivos caros, que mareaban, atados a PCs de gama alta, con poca calidad de visionado y orientados a entusiastas, la industria de la Realidad Virtual ha conseguido evolucionar. Junto con su compañero Oculus Rift S (más orientado a jugones y entusiastas) y quizás otros visores de nueva generación de la competencia representa la nueva era de la realidad Virtual. Donde las eternas promesas por fin se han cumplido.
La cuarta ocasión en la que experimento pura magia tecnológica.